La ciencia nos dice que el cáncer es una enfermedad que ya existía antes de la era industrial. Pero los estudios más independientes, rigurosos y críticos, también nos dicen que todo lo que conlleva la modernidad (contaminación, malos hábitos de vida, alimentación intoxicada, estrés mental y emocional…) han convertido el cáncer en la enfermedad por excelencia de nuestra era.
Cuando pasas por una experiencia como esa, tus prioridades cambian y te das cuenta de lo que es realmente importante para ti
Sofía Vergara (actriz diagnosticada con cáncer dee tiroides en 2000).
A estas alturas todavía hay alguien que quiera convencerme de que el principal factor de riesgo para padecer cáncer está en la herencia genética? Me parto… Basta con que alguien estudie un poco el tema, tenga los ojos claros y eche un vistazo por ahí… para que se dé cuenta de que, efec-tivamente, la modernidad ha creado un sistema de vida que aboca al cáncer ineludiblemente. Marta Morales lo ha resumido con especial lucidez en Tendencias21.net: “Los hábitos deri-vados de la modernidad favorecen el cáncer, según una investigación médica realizada con datos sobre la enfermedad recopilados en todos los continentes. Los nueve hábitos más nocivos son: el sobrepeso y la obesidad, el bajo consumo de frutas y verduras, la vida sedentaria, el tabaco, el consumo de alcohol, la actividad sexual sin protección, la contaminación del aire de las ciudades, el humo en el interior de las casas como consecuencia del uso del carbón como combustible para calefacciones y la utilización en hospitales y centros médicos de material inyectable contaminado. Del estudio se desprende que la guerra contra el cáncer debe enfocarse no sólo desde los avances tecnológicos y médicos, sino también desde la transformación de nuestros hábitos”. Yo diría, para ser más exactos, que, para acabar con el cáncer, habría que acabar con la modernidad. Como tantos otros problemas engendrados por nuestra era, el cáncer no tiene una solución tecnológica, clínica. Lo que hay que hacer para evitar esta patología es cambiar drásticamente de vida, de sociedad y de mundo. Quizás Sofía Vergara debería pensar también en todo aquello que le ha conducido a padecer la enfermedad. Quizás debería empezar a cambiar de vida, de alimentación… Poner en duda los cimientos que han construido su existencia hasta ese momento…
MOMIAS SIN TUMORES
Tal como rezaba un texto de la revista “Muy Interesante”, el cáncer es una enfermedad creada por la forma de vida del ser humano moderno. Cada vez hay menos dudas al respecto. El texto mentado aludía a un informe de científicos de la Universidad de Manchester en un estudio publicado por la revista “Nature Reviews Cancer”. Los científicos examinaron a cientos de momias egipcias y hallaron que entre ellas el índice de neoplasias era realmente muy bajo. Según leemos en el citado artículo, “Rosalie David y su colega Michael Zimmermann se dieron a la tarea de investigar estas momias que datan de por lo menos 3 mil años de antigüedad en un intento por averiguar si en ellas encontraban rastros de cáncer, lo cual les permitiría conocer qué tan antiguo es este mal; sin embargo, sólo hallaron cinco casos de tumores, y todos ellos benignos. Al ampliar el espectro de la investigación, los análisis realizados mostraron evidencias de endurecimiento arterial o de artritis, lo cual, de acuerdo con los científicos, pone en tela de juicio las hipótesis acerca de que nuestros antepasados no desarrollaron cáncer porque no vivían tantos años”. Todavía hay quien señala, para limpiar las acciones de las industrias y sus lobbies, que el aumento exponencial del padecimiento de esta enfermedad se debe, principalmente, a que ha aumentado la esperanza de vida y que eso es el principal factor de riesgo para contraer el cáncer de cualquier tipo. Sin embargo, esta afirmación no se ajusta a la realidad y se trata de una simplificación burda del asunto. Como corrobora el texto de “Muy interesante”: “Por otro lado, históricamente las tasas de padecimiento de esta enfermedad han aumentado de manera exponencial a partir de la Revolución Industrial, mientras que los índices de cáncer infantil reflejan un aumento constante, y ello podría indicar que la aparición de esta malignidad no se debe sólo a que la esperanza de vida sea mucho mayor en la actualidad”. Evidentemente… estamos expuestos a todo tipo de tóxicos a través del aire, la alimentación, el tabaco, el alcohol, la televisión, la tecnología… En un mundo así, contraer cáncer es lo normal. Y, además, a edades cada vez más tempranas, pues la exposición empieza desde la fecundación.
PLAGUICIDAS A TUTIPLÉN
Los plaguicidas que la agricultura química utiliza para acabar con plagas, hongos, etc., son, en gran medida, cancerígenos. No solo a dosis muy al-tas. Las dosis bajas y el “efecto cóctel” (exposición a varios plaguicidas a la vez en un solo producto o durante todo el día) van haciendo su trabajo carcinogénico. Además de usarse en la agricultura, se emplean para controlar vectores de enfermedades tropicales, como los mosquitos, o para suprimir “malas hierbas” en jardines… La Humanidad entera está expuesta a estos productos “modernos” hijos de la 1ª y de la 2ª Guerra Mundial. Como la propia OMS reconoce, “los plaguicidas son potencialmente tóxicos para los seres humanos. Pueden tener efectos perjudiciales para la salud; por ejemplo, provocar cáncer o acarrear consecuencias para los sistemas repro-ductivo, inmunitario o nervioso. Antes de que se autorice su uso, los plaguicidas deben estudiarse a fin de determinar todos sus posibles efectos para la salud, y los resultados deben ser analizados por expertos que evalúen cualquier riesgo que los productos puedan entra-ñar para las personas”. Pero la realidad es que estamos expuestos a productos químicos altamente tóxicos de mil maneras distintas. ¿Quién decide qué es peligroso y qué no? ¿Para quién? ¿Es lo mismo un feto que un adulto de 50 años y 80 kilos de peso?
CÁNCER INFANTIL
Pongamos que algunos científicos y yo mismo estamos locos de remate. Vale. Pongamos que el cáncer ha existido siempre y que, simplemente, como la gente no tenía tiempo de envejecer, la cosa pasaba desapercibida. Pongamos que, existiera el cáncer o no antes de la Revolución Industrial, la enfermedad no se ha disparado en las últimas décadas entre la población adulta. Pero, entonces, ¿cómo se explica el aumento brutal de las tasas de cáncer infantil? De eso sí que no se tenía noticia antes. La Fundación Neuroblastoma deja las cosas muy claras: “El cáncer infantil es un serio problema en los países desarrollados, aunque a veces no se le presta la atención que merece, porque queda oculto en la abundancia de los cánceres propios de la edad adulta y la vejez. A pesar de los grandes avances terapéuticos, el cáncer es la primera causa de muerte por enfermedad en la infancia y la adolescencia, a partir del primer año de vida. En España, ac-tualmente, cada día muere por cáncer un niño o un adolescente. Los niños y adolescentes curados de cáncer, cada vez más abundantes, con frecuencia presentan secuelas que requieren atención médica, a veces, de por vi-da”. Las tasas no dejan de aumentar. Los textos de la citada entidad son muy ilustrativos: “Las variaciones in-ternacionales de incidencia del cáncer infantil son limitadas. Clásicamente, ha sido axioma la estabilidad geográfica y temporal del patrón epidemiológico en las poblaciones blancas-caucásicas de los países industriales desarrollados de Europa, Norteamérica y Oceanía. Sin embargo, el estudio ACCIS ha mostrado que, dentro de este patrón, en Europa, existe una variabilidad interregional apreciable de la incidencia del cáncer infantil. Se ha identificado también una tendencia temporal ascendente y significativa, con un cambio anual medio de la tasa de incidencia del 1,1%, que, en mayor o menor grado, afecta a casi todos los tipos de tumores”. Un crecimiento del 1.1% en Europa al año… En 100 años, todos los niños padecerán algún tipo de tumor. En España, la cosa no es mejor. Según la Fundación Neuroblastoma: “Alrededor de 1.100 niños enferman de cáncer cada año en España. Aunque poco frecuente, el cáncer infantil tiene gran impacto sobre las familias y es un importante problema de salud. Los resultados asistenciales han progresado mucho, pero en los países desarrollados es la primera causa de muerte por enfermedad en la infancia. Los pacientes curados pueden tener secuelas durante toda su vida”
MI MAESTRO, TEDDY
Edward Goldsmith, Teddy, dejó las conclusiones de este artículo muy bien sentenciadas en su obra cumbre, “El Tao de la ecología” (Icaria Edit.). Uno de sus capítulos tiene un título muy evidente: “Cuando el entorno difiere de su situación óptima, aumentan sus desajustes biológicos”. El texto señala: “Las drásticas agresiones a la biosfera causadas por el progreso económico están alterando el entorno de los seres vivos que constituyen la jerarquía gaiana. Cada vez se parece menos a aquélla para la que nos hemos adaptado en nuestra evolución y desarrollo ontogenético. Por ejemplo, ahora comemos comida cultivada mediante procesos no naturales que utilizan substancias químicas: hormonas, antibióticos, biocidas (que incluyen insecticidas, herbicidas, nematocidas, fungicidas y raticidas), cuyos residuos se encuentran en casi todos los alimentos que hay actualmente en el mercado”. Edward Goldsmith insiste: “No es sorprendente que en esas condiciones padezcamos tantas nuevas enfermedades, ni que cada vez se trate más de ‘enfermedades de la civilización’. Samuel Epstein, de la Universidad de Illinois, y otros estudiosos atribuyen una elevadísima proporción de cáncer a los efectos de agentes químicos en la comida que ingerimos, el agua que bebemos y el aire que respiramos. Una tesis que, por supuesto, rebaten con fervor la industria química y los expertos a los que patrocina. La isquemia cardiaca, las úlceras pépticas, la diverticulitis, la apendicitis, las varices, las caries, al igual que el cáncer, son enfermedades de la civilización”.
Javier Bolufer
CARLOS DE PRADA
El experto señala
En vivosano.org, Carlos publica:
“Mucha gente no lo sabe pero, se-gún la OMS, en una estimación que esta entidad reconoce como moderada, un porcentaje importante de las enfermedades (24%) y muertes prematuras (23%) en el mundo tiene que ver con el medio ambiente. Varias investigaciones han revisado al alza una parte de esas cifras. En concreto, las que tienen que ver con un importante factor: la contaminación química. Algunas es-timaciones serias… consideran que el coste en salud de la exposición a con-taminantes químicos podría llegar a ser de un 10% del producto interior bruto global. Millares de investigaciones asocian, con mayor o menor grado de evidencia, la exposición a una serie de sustancias químicas con diferentes tipos de cáncer. Sustancias como pes-ticidas, benceno, tetracloroetileno, tricloroetileno, cloruro de vinilo, triha-lometanos, disolventes clorados, PCBs, dioxinas, bisfenol-A, aminas aromáticas, 1,3 butadieno, óxido de etileno, ftalatos, etc. También se sa-be que hay trabajos en los que las per-sonas se exponen a sustancias que traen aparejado un mayor riesgo de algunos tumores (industria química, gomas, caucho, impresión, petrolera, curtidos, agricultura…). Pero también la exposición cotidiana a una serie de sustancias ha sido asociada a in-crementos de riesgo en el aumento de la patología. En España, el Atlas Municipal de Mortalidad por Cáncer (2007), por el Instituto de Salud Carlos III, mos-traba cómo había más incidencia de algunos cánceres en zonas con más presencia de contaminantes. El Atlas de Mortalidad en Áreas Pequeñas en España publicado por la Universidad Pompeu Fabra (2001) mostraba lo mismo. Como se apuntaba en 2006, en un artículo publicado en la “Journal of Public Health Policy”, el cáncer es más frecuente en entornos urbanos, en zonas agrícolas, en la vecindad de puntos de vertido de una serie de residuos, donde el viento puede arrastrar distintos contaminantes industriales, o en poblaciones donde se bebe agua de determinados pozos…
EL CÁNCER EN ESTADOS UNIDOS
PARA ECHARSE A TEMBLAR
En 2018, se estimaba que iban a ser diagnosticados 1.735.350 ca-sos nuevos de cáncer en EE.UU. y 609.640 personas morirán por la enfermedad”.
Se prevé que los cánceres más comunes son el de seno, de pulmón y bronquios, el de próstata, el de colon y recto, el melanoma de piel, el cáncer de vejiga, el linfoma no Hodgkin, el cáncer de riñón y pelvis renal, el cáncer de endometrio, la leucemia, cáncer de páncreas, el cáncer de tiroides y el de hígado.
*El número de casos nuevos de cáncer es de 439,2 por cada 100.000 hombres y mujeres por año (con base en casos de 2011 a 2015).
*El número de muertes por cáncer es de 163,5 por cada 100.000 hombres y mujeres por año (con base en datos de muertes de 2011 a 2015).
*En 2016, se estimó que hubo 15,5 millones de supervivientes de cáncer en los EE.UU. y que aumentaría a cerca de 20,3 millones para 2026.
*La mortalidad por cáncer es más alta en hombres que en mujeres (196,8 por cada 100.000 hombres y 139,6 por cada 100.000 mujeres). La mortalidad es más alta en hombres afroamericanos (239,9 por cada 100.000) y más baja en mujeres asiá-ticas y nativas de las islas del Pacífico (88,3 por cada 100.000).
*Cerca de 38,4% de mujeres y hombres recibirán un diagnóstico de cáncer en algún momento de sus vidas (con base en datos de 2013 a 2015).
*En 2017, 15.270 niños y adolescentes de 0 a 19 años de edad recibieron un diagnóstico de cáncer y 1.790 murie-ron por la enfermedad.
*Los gastos dedicados a la atención del cáncer en EE.UU. fueron de 147.300 millones de dólares en 2017. En los próximos años, los costos subirán a medida que la población envejezca y la prevalencia del cáncer aumente. También, que los costos suban a medida que se adopten tratamientos nuevos, muchas veces más costosos, como parte de la atención médica estándar.
Datos del Instituto Nacional del Cáncer USA
OJITO…
PELIGROS EN TODAS PARTES E INVOLUNTARIOS
La OMS advierte: “Es posible evitar algunas de las exposiciones que causan cáncer, como el humo de tabaco y los rayos solares, pero otras son más difíciles de evitar, especialmente si se encuentran en el aire que respiramos, el agua que bebemos, los alimentos que comemos o los materiales que usamos para realizar nuestros trabajos. Los científicos están estudiando cuáles son las exposiciones que podrían causar o influir en la formación del cáncer. Entender cuáles son las exposiciones dañinas y dónde se encuentran… puede ayudar a las personas a evitarlas”. Las sustancias que se enumeran a continuación están entre los carcinógenos con mayor probabilidad de afectar la salud de los seres humanos, según el 14 º Informe sobre Carcinógenos del Programa Nacional de Toxicología.
Aceites minerales: sin tratamiento o ligeramente tratados
Ácidos aristolóquicos
Aflatoxinas
Alquitrán de hulla y residuo de alquitrán de hulla
Arsénico
Asbesto
Benceno
Benzidina
Berilio
1,3-butadieno
Cadmio
Cloruro vinílico
Compuestos de cromo hexavalente
Compuestos de níquel
Emisiones de los hornos de coque
Emisiones en las viviendas por la combustión de carbón en los hogares
Erionita
Formaldehído
Exposición al humo de tabaco
Hollín
Óxido de etileno
Polvo de madera
Radón
Sílice cristalina (de tamaño respirable)
Torio
Tricloroetileno (TCE)
Vapores de ácido inorgánico fuertes con ácido sulfúrico
RELACIÓN ÍNTIMA
CONTAMINACIÓN Y TUMOR CEREBRAL
Los estudios corroboran la relación entre la exposición a tóxicos y la aparición de tumores. Científicos canadienses han detectado que existe relación entre las partículas ultrafinas de contaminación del aire y el tumor cerebral. Estas partículas son de un tamaño inferior a una micra y se producen por la quema de combustible, particularmente en los vehículos diésel. La exposición a estas partículas, a través de la respiración en entornos contaminados aumenta las posibilidades de sufrir cáncer cerebral. El trabajo, publicado en la revista “Epidemiology”, estudió los casos de Toronto y Montreal. Una de las conclusiones es que un aumento en la exposición a la contaminación de 10.000 partículas ultrafinas por centímetro cúbico, la diferencia aproximada entre estar en calles con mucho tráfico y calles tranquilas, incrementó el riesgo de cáncer cerebral en más de un 10%.