ENTREVISTA

Fernando Cabal: «La IA ha nacido para reforzar a las élites dominantes»

Fernando Cabal es un editor y escritor con mucha historia. Estuvimos el otro día charlando con él a colación de “Namasté Libros”, la librería que acaba de inaugurar su hijo Jonay en Madrid. Ahora, Fernando publica “La Invasión Algorítmica. Manifiesto  contra la IA”.

-¿Le puedes explicar qué es “La Invasión Algorítmica. Manifiesto contra la IA” a alguien que no haya leído el libro?
-“La Invasión Algorítmica” es un manifiesto contra la idea de que la inteligencia artificial es un avance inocente, neutral o inevitable. El libro sostiene que la IA no es simplemente una herramienta tecnológica, sino el último rostro de un proyecto mucho más amplio: la expansión del capitalismo tecnocrático, del control social digital y de una forma de colonialismo cognitivo que intenta modelar nuestra manera de pensar, sentir y relacionarnos. Lo que llamamos IA no es inteligencia, ni es artificial: es una gigantesca maquinaria estadística, alimentada por la explotación de datos, la destrucción ecológica y el trabajo invisible de millones de personas. Su función real no es mejorar nuestras vidas, sino automatizar la vigilancia, normalizar la dominación y convertir cada aspecto de la existencia en mercancía. El libro es, por tanto, una advertencia y una invitación: advertencia sobre el riesgo de dejar que los algoritmos sustituyan el juicio humano, la política y la imaginación; e invitación a resistir, a desobedecer y a recuperar formas de vida no sometidas al cálculo y al control digital. Es un manifiesto contra la invasión de la vida por parte de la máquina. El problema no es la inteligencia artificial en sí misma: el problema es el capitalismo. La IA generativa, tal y como se está imponiendo, no nace para servir a la humanidad ni para liberarnos de nada. Nace para reforzar a las élites dominantes y para ampliar el poder de unas pocas corporaciones tecnológicas que controlan los datos, la infraestructura y la agenda del mundo digital.  Las grandes plataformas no desarrollan IA para mejorar la vida colectiva, sino para convertir cada aspecto de nuestra experiencia en mercancía. Y lo hacen con un cinismo inquietante: se apropian de nuestros datos –que regalamos en un ejercicio de servidumbre voluntaria– y construyen modelos que luego nos venden como si fueran milagros neutrales. Estamos entrando en lo que Yanis Varufakis ha llamado “tecnofeudalismo”. La IA es solo la herramienta; el capitalismo digital es el verdadero motor que la dirige. No hay ‘inteligencia’ posible dentro de un sistema cuyo único objetivo es la extracción de valor, la vigilancia permanente y la concentración de poder. Por eso el debate no puede reducirse a regular algoritmos, sino a cuestionar el modelo económico y político que los hace posibles.


EL PELIGRO
-¿Por qué la IA es tan peligrosa bajo tu punto de vista?
-La IA trae una serie de peligros que no tienen que ver con máquinas que “piensan”, sino con el sistema que las diseña, las financia y las utiliza. Diría que los principales riesgos son seis: control social, manipulación de la información, concentración extrema de poder, destrucción ecológica, empobrecimiento de la inteligencia humana, y acentúa la desigualdad a nivel global. La IA permite vigilar, anticipar y modelar comportamientos a escala masiva. No es ciencia ficción: es la continuación perfeccionada del capitalismo de vigilancia. Como muestran muchos casos ya en marcha, se utiliza para predecir conductas, clasificar poblaciones, señalar “riesgos” y, en última instancia, disciplinar a la sociedad. Los algoritmos organizan lo que vemos, lo que pensamos y lo que creemos. Crean burbujas, moldean emociones y fabrican realidades a medida, tiene descarados sesgos ideológicos y en muchas ocasiones inventa cosas falsas y se equivoca gravemente. Pero el peligro no es que una IA nos engañe, sino que la propia estructura digital vuelva imposible distinguir lo verdadero de lo fabricado. La IA no democratiza nada: refuerza el dominio de cinco o seis megacorporaciones que acumulan datos, recursos, patentes y capacidad computacional. Cuanto más poderosa es la IA, más irrelevantes se vuelven los estados y más dependientes nos volvemos todos de empresas privadas que nadie ha elegido. Entrenar modelos gigantescos exige energía, metales raros, agua y cadenas de suministro profundamente destructivas. Cada “respuesta inteligente” de una IA tiene detrás minería, explotación laboral y un impacto ambiental enorme. La magia algorítmica se sostiene sobre un ecocidio silencioso. Por ejemplo, el agua: los procesadores para implementar la IA necesitan a nivel mundial billones, con B, de litros de agua anualmente, mientras que en ese mismo año alrededor de un millón de personas mueren en el mundo por sed o por enfermedades relacionadas con la insalubridad del agua, el saneamiento y la falta de higiene. La IA estandariza el pensamiento, uniformiza el lenguaje y sustituye la experiencia por fórmulas prefabricadas. Corremos el riesgo de delegar nuestra imaginación y nuestra capacidad crítica en sistemas que no entienden el mundo, pero que lo simulan lo suficiente para ocupar nuestro lugar. El verdadero peligro no es la IA en sí, sino dejar que se convierta en la infraestructura invisible que organiza nuestras vidas sin resistencia. La IA es la herramienta perfecta del capitalismo tecnocrático: barata, obediente, opaca y, sobre todo, profundamente antidemocrática.

CAPACIDADES COGNITIVAS
-¿La IA podría estar anulando las capacidades cognitivas del ser humano, y especialmente de los más jóvenes?
Sí, la IA está anulando capacidades cognitivas humanas, y afecta de forma especialmente severa a los más jóvenes. No porque la IA sea “inteligente”, sino porque está sustituyendo procesos esenciales de la experiencia humana: la atención, la memoria, el lenguaje, la imaginación y la capacidad de enfrentarse al mundo sin mediaciones.La IA no solo automatiza tareas: automatiza el pensamiento. Nos acostumbra a delegar lo que antes exigía esfuerzo mental, tiempo, frustración creativa y diálogo interior. En lugar de aprender, buscamos respuestas instantáneas. En vez de pensar, pedimos que piensen por nosotros.Para las generaciones jóvenes —que están creciendo en un ecosistema digital total— esto es aún más crítico: la atención se fragmenta, el entorno algorítmico entrena el cerebro para la distracción permanente. La capacidad de concentración profunda, base de todo aprendizaje real, se erosiona.Si el teléfono lo recuerda todo y la IA te lo resume todo, ¿para qué retener nada? La memoria deja de ejercitarse y se convierte en un apéndice tecnológico.El lenguaje se empobrece, las IA generan textos homogéneos, genéricos y sin experiencia. Si los jóvenes adoptan este estilo maquinal, el lenguaje se convierte en plástico: uniforme, plano, sin mundo interior.La imaginación se vuelve dependiente. Cuando todo puede generarse al instante —imágenes, textos, ideas—, desaparece el proceso creativo, que es siempre lento, contradictorio, corporal. Lo más grave: si dejamos que los algoritmos filtren lo que vemos y pensamos, perdemos la capacidad de cuestionar, de dudar, de comparar, de elegir. El pensamiento crítico no nace de las respuestas: nace del conflicto interior.La IA, tal como se implementa hoy, no amplía nuestra inteligencia: la reduce, la estandariza y la hace dependiente.

CRIMEN DIGITAL
-¿La IA potencia el crimen digital? ¿Por qué?
Sí, la IA potencia el crimen digital, y lo hace por dos razones fundamentales: porque amplifica las capacidades de quienes ya tienen poder tecnológico, y porque automatiza la vulnerabilidad de quienes no lo tienen.La IA no crea el crimen: simplemente lo acelera, lo abarata y lo hace accesible a escala industrial. ¿Por qué? Porque automatiza técnicas que antes requerían conocimientos avanzados. Ahora, un modelo generativo puede escribir código, clonar voces, falsificar vídeos y romper barreras de seguridad en minutos. El crimen ya no necesita expertos: necesita acceso a una IA.Porque permite fabricar falsificaciones perfectas. Deepfakes, suplantación de identidades, audios manipulados… La IA ha convertido la mentira digital en un arma barata y masiva. Esto no solo facilita estafas: erosiona la posibilidad de distinguir verdad y falsedad , lo cual ya es un crimen contra la vida democrática.Porque lo mismo que sirve para vigilar poblaciones sirve también para vigilar individuos. Algoritmos que pueden rastrear toda tu vida: patrones, vulnerabilidades, hábitos, horarios, relaciones. El crimen organizado nunca había tenido una herramienta tan poderosa para mapear y explotar la vida de la gente.Porque explota la ingenuidad digital de la población joven. La generación más expuesta y menos protegida es la más atacada. No olvidemos que las grandes tecnológicas ya realizan una forma legalizada de “crimen”: explotan datos personales, manipulan conductas y generan dependencia. Si los gigantes que diseñan la IA actúan así, ¿qué podemos esperar de quienes operan fuera de la ley?La IA potencia el crimen digital porque permite hacer más daño con menos esfuerzo, porque debilita nuestras defensas cognitivas, y porque se desarrolla dentro de un sistema que convierte todo —incluido el delito— en un negocio.

LOS TEÓRICOS
-¿Nos puedes dar los nombres de algunos otros teóricos que coinciden contigo en su análisis de la IA?
-Sí, por supuesto. Hay muchos pensadores que, desde distintos ángulos, coinciden en la idea de que la IA no es un avance “neutral”, sino una extensión del poder capitalista, tecnocrático y colonial. En el libro cito casi un centenar de autores críticos de la IA y muestro algunos extractos de sus obras. Algunos de ellos son referentes imprescindibles para entender este fenómeno. Citaré solo algunos de los más destacados. Por ejemplo…
-Shoshana Zuboff, autora de “La era del capitalismo de vigilancia”,analiza cómo la IA es la infraestructura perfecta para un sistema basado en la captura masiva de datos y el control del comportamiento humano.
-Kate Crawford, autora de “Atlas of AI”, demuestra que la IA no es inmaterial ni “mágica”: es extractivismo, explotación laboral, devastación ecológica y concentración de poder. Su análisis coincide con la idea de que el problema no es la tecnología, sino el sistema que la produce.
-Evgeny Morozov, quizás el crítico más afilado del “solucionismo tecnológico”. Señala cómo la IA se utiliza para ocultar las causas políticas y económicas de los problemas sociales bajo la apariencia de soluciones técnicas…
Byung-Chul Han, con su crítica a la “infocracia” y a la sociedad del rendimiento, la hipertransparencia y el cansancio digital, describe con precisión el tipo de subjetividad que la IA refuerza: dócil, ansiosa y permanentemente conectada.
Lewis Mumford, que desde hace décadas advertía sobre la “mega-máquina” y el totalitarismo tecnotecnológico,
Jaron Lanier, crítico de la digitalización total de la vida humana y del secuestro de la subjetividad por parte de las grandes plataformas, defiende que la IA no es inteligencia, sino una gigantesca distorsión de la realidad.
En España hay también muchas voces críticas, entre ellas destacaría la de José Luis Sanmiguel de Pablo, desde un punto de vista espiritual y de la ecología profunda. Su libro, “Desvelando la inteligencia artificial”, lleva un subtítulo muy significativo: “La consciencia NO es algoritmo”.
Todos ellos, desde distintos territorios del pensamiento crítico, coinciden en algo esencial: la IA, tal como se está implementando, no es un progreso, sino una intensificación del sistema. No es inteligencia, sino poder. Es una especie de Gran Hermano orweliano.

UN MUNDO CADA VEZ MÁS FRÁGIL
-¿La IA está haciendo que el mundo sea cada vez más frágil, al poner su inteligencia al servicio de psicópatas que reinan en el mundo desde las sombras?
Sí. La IA está haciendo el mundo mucho más frágil, y lo hace porque amplifica las capacidades de quienes ya controlan los mecanismos de poder. No estamos ante una herramienta liberadora, sino ante un multiplicador de fuerza puesto en manos de élites con una codicia sin límites, y con mentalidades profundamente psicopáticas: gobiernos autoritarios, grandes corporaciones y tecno-oligarcas que operan desde la sombra sin ningún tipo de control democrático.La fragilidad del mundo no surge de la IA en sí, sino de la combinación explosiva entre tecnología y poder irresponsable. Sistemas que gestionan infraestructuras críticas, armas, mercados financieros o información sensible operan a velocidades que ningún humano puede seguir. Un error, una mala configuración o un mal uso pueden desencadenar colapsos sistémicos.La IA no hace el mundo solo más eficiente: lo hace más inestable, más controlable y más vulnerable a manos de quienes ya han demostrado que no sienten ningún compromiso con la vida humana, la justicia o la naturaleza.Por eso lo digo sin rodeos: la IA no está al servicio de la humanidad, sino al servicio de un pequeño grupo de individuos con rasgos profundamente psicopáticos, cuya lógica es la del dominio, no la del bien común. Y un mundo gobernado por algoritmos y psicópatas es, por definición, un mundo al borde del colapso.

OTROS LIBROS
-¿Qué otros libros estás preparando y de dónde sacas tanto tiempo para escribir?
Los hijos han volado del nido y por tanto ahora dispongo de mucho más tiempo para ordenar y sistematizar toda la documentación que llevo muchos años recopilando, cientos de libros, artículos, documentos y recursos de internet. Mis libros no los escribo en dos meses, llevo muchos años estudiando, y recogiendo documentación de muchos temas que luego se pueden quizá, en su momento, convertir en libro. Por ejemplo, para mi libro anterior, «Historia Gráfica de la Contracultura», estuve casi 20 años recogiendo y anotando datos de cientos de fuentes de información. Es cierto que este último sobre la inteligencia artificial lo he escrito en este año, me ha supuesto muchas horas de lecturas y documentación y lo he escrito de manera muy intensa en poco tiempo pues creo que se trata de un tema muy grave, urgente y que está muy candente en la sociedad. Estamos a mi juicio ante un momento crucial para todos, es un tema que merece dedicarle mucho tiempo al debate, y es lo que con este libro pretendo, contribuir a ese debate con otras voces críticas.Llevo también tiempo recogiendo mucha documentación para un próximo libro sobre un problema también muy actual, el deterioro de nuestra salud mental, que llevará por título: “Capitalismo y salud mental”. España es el país con el mayor índice por persona de consumo de psicofármacos en todo el mundo. El tema es también para pensarlo, debatirlo, e investigar por qué estamos tan mal.

Pedro Burruezo

 
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Fernando Cabal
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