Daniel Jato Espino es doctor en Ingeniería Civil e investigador sénior y docente en el Máster Universitario en Ingeniería y Gestión Ambiental e investigador principal del grupo de investigación Green Infrastructure for Urban Sustainability (GREENIUS) de la Universidad Internacional de Valencia (VIU). Su tiempo de ocio se lo disputan gente como Carlton Mellick III, Sigur Rós o David Lynch. Hablamos con él sobre la degradación del suelo, un problema de una envergadura enorme sobre el que los intereses cortoplacistas de los políticos no quieren saber nada.
-¿De qué forma afecta la crisis climática a la calidad del suelo?
-Aunque los efectos del cambio climático en el suelo pueden variar según la región del planeta, en general puede hablarse de un efecto de reducción de humedad. Esto puede aumentar la necesidad de riegos en la agricultura e incluso llevar a procesos de desertificación. La erosión de los suelos también puede verse acelerada por eventos climáticos extremos como lluvias intensas, sequías u olas de calor. Los aumentos del nivel del mar también pueden alterar el suelo en zonas costeras mediante el arrastre de contaminantes y sales del mar. Por último, aunque es un efecto más localizado, una gran preocupación relacionada con el suelo es el dióxido de carbono y metano almacenados en el permafrost de las regiones boreales. El incremento de temperatura hace que esta capa del suelo se funda, lo cual puede liberar grandes cantidades de gases de efecto invernadero en la atmósfera.
PESTICIDAS Y DESERTIFICACIÓN
-¿Qué es peor, los fertilizantes químicos y los pesticidas o la desertificación?
-Realmente son cosas distintas, en tanto los primeros son causas y la segunda es efecto. Con ese punto de partida, estrictamente se podría decir que es “peor” la desertificación, porque es la consecuencia o condición final por la cual el suelo pierde parcial o totalmente su fertilidad. A ello pueden contribuir tanto factores naturales como antropogénicos. Dentro de estos últimos es donde entrarían las malas prácticas agrícolas, con ese uso de fertilizantes y pesticidas, así como la deforestación, el sobrepastoreo o la sobreexplotación de los recursos naturales.
AGRICULTURA Y ALIMENTOS
–Deforestación, erosión, meteorización, sedimentación… ¿Cómo afectará todo ello a la agricultura y al aprovisionamiento de alimentos?
-En el primer caso, es la agricultura (y la ganadería) la que afecta a la deforestación, siendo causante, según datos de la FAO, de alrededor de un 80% de la pérdida de superficie forestal. Una de las consecuencias de la deforestación es la degradación del suelo, que se vuelve menos rico en materia orgánica y más vulnerable a la erosión debido a eventos climáticos. En última instancia, el empobrecimiento de la calidad del suelo puede bajar la producción e incluso causar inseguridad alimentaria. La sedimentación es otra consecuencia de la erosión laminar del suelo. La relación con la agricultura es bidireccional, en tanto que el arrastre de contaminantes debido al uso de productos químicos puede afectar la calidad de las aguas donde se depositan los sedimentos. Por otra parte, la sedimentación causa una pérdida de la capa arable de los suelos, lo cual puede reducir la productividad agrícola. Por último, la meteorización conlleva una liberación de minerales que aportan nutrientes esenciales para el crecimiento de plantas y cultivos. Es un proceso que se ve fomentado por las altas temperaturas y la abundancia de lluvias, teniendo, por tanto, una relación desigual con el cambio climático. También se ve influido por la humedad del suelo y su contenido de materia orgánica, que promueven la meteorización. Además de dificultar el crecimiento de cultivos y poder llevar, en última instancia, a situaciones de escasez alimentaria, la degradación del suelo también reduce la biodiversidad, aumenta las emisiones de gases de efecto invernadero y la contaminación de las aguas.
ESPAÑA
-¿España padecerá todo esto más que otros países de nuestro entorno?
-Según la Agencia Europea de Medio Ambiente, entre el 60 y el 70% de los suelos del continente están degradados. En términos de erosión, los países mediterráneos en general y España en particular están padeciendo de forma especialmente aguda este proceso de deterioro. Según la Oficina Europea de Estadística, la erosión media del suelo atribuible al agua en España es de casi el doble que la media europea. El mayor causante de dicha erosión es la agricultura, con cerca del 80% de las tierras agrícolas afectadas por un nivel de erosión severa o moderada, según la CE. Por otra parte, España también está a la cabeza de la pérdida de suelo perdido en Europa, con casi 2.500 km2 ganados por construcciones e infraestructuras entre 2000 y 2018. España se encuentra dentro de la región más vulnerable a los impactos previstos del cambio climático en Europa. Se espera una multiplicación de los períodos de calor extremo y una reducción de las precipitaciones, así como aumentos en la pérdida de biodiversidad y en el riesgo de incendios. Todo ello repercute en la calidad del suelo, tal y como he apuntado antes, por lo que sí se puede decir que España va a sufrir más estos efectos que otros países europeos en regiones más asimilables a condiciones climáticas de tipo atlántico, continental o ártico.
LAS ZONAS MÁS AFECTADAS
-¿Qué zonas serán las más afectadas?
-Las provincias españolas donde se ha reportado una mayor erosión del suelo durante los últimos años son variadas, encontrándose deterioros severos del suelo por erosión (más de 10 toneladas por hectárea al año) en Granada, Málaga, Jaén, Barcelona, Gipuzkoa o Bizkaia. Esto puede ser debido a factores diversos, pero, si nos atenemos a los escenarios de cambio climático futuros, los lugares más afectados podrían localizarse en las zonas costeras de Andalucía y del Mediterráneo, donde se pueden combinar los efectos de incremento de temperatura, subida del nivel del mar, períodos de sequías cada vez más prolongados y/o lluvias torrenciales.
REVERTIR EL PROCESO
-¿Qué podemos hacer para revertir el proceso? ¿Implantación de agroecología a gran escala?
-En un contexto de sequía acuciante, con lo que ello implica para la agricultura, el discurso tiende a centrarse en trasvases o regulaciones en el riego. Medidas de esta índole son pertinentes e incluso necesarias, pero hay que apostar también por un cambio de paradigma en la gestión del suelo, buscando su regeneración para aumentar la capacidad de retención del agua. En este sentido, se pueden mencionar prácticas como el uso de plantas fijadoras de nitrógeno para fortalecer la protección ante la erosión, resistir mejor a las sequías, facilitar la absorción de agua y fertilizar el suelo de forma natural para impulsar el crecimiento de los cultivos. También cabe destacar las técnicas de pastoreo dirigido o regenerativo, mediante las cuales se puede mejorar la oxigenación y fertilidad del suelo en base al respeto de los tiempos de descanso y recuperación de las parcelas.
Pedro Burruezo