La confianza de los españoles en los sellos presuntamente ecológicos ha disminuido por quinto año consecutivo, acumulando una caída de 9 puntos, del 55% al 46%. Al mismo tiempo, la desconfianza en estos certificados se ha triplicado, pasando del 3% al 11%. Esta preocupante tendencia se debe principalmente a la sobreabundancia de etiquetas y a la proliferación de información ambiental confusa. Dicho de otro modo: el “greenwashing” de las grandes empresas pasa factura también a los pequeños productores y, en algunos casos, pagan justos por pecadores.
Este es uno de los hallazgos de la 5ª ola del Estudio sobre el Consumo Sostenible en España, elaborado por ClicKoala en colaboración con el Grupo de Investigación en Psicología Ambiental de la Universidad de Castilla–La Mancha, en el que se han entrevistado a más de 12.000 personas representativas de la población española durante los últimos cinco años.
50 ETIQUETAS
El estudio ha analizado cerca de cincuenta etiquetas ecosociales comunes. Los resultados revelan que solo una de estas etiquetas, la etiqueta energética, es reconocida por más del 50% de la población. La mayoría de los sellos se asocian a términos genéricos como «ecológico», «bio», «natural» y «comercio justo», pero la ciudadanía no conoce detalles específicos sobre ellos. Además, algunas etiquetas se interpretan incorrectamente, atribuyéndoles significados y propiedades erróneas.
EL PRECIO IMPORTA
Según el estudio, “las expresiones genéricas como ‘ecológico’ o ‘sostenible’ han sufrido un importante desgaste debido a su uso excesivo y, en muchos casos, injustificado. Esto ha generado una percepción de menor claridad y confianza entre los consumidores”. El precio sigue siendo un factor determinante en las decisiones de compra. Cuando los consumidores deben elegir entre diferentes atributos (precio, origen, marca, información ecológica y social), el precio tiene un peso relativo en la decisión de compra que oscila entre el 39% y el 47%, dependiendo del sector analizado. En el sector alimentario, sólo se puede anunciar como “ecológico”, “eco”, “bio” u “orgánico” el producto con la correspondiente certificación. Pero el abuso de esos conceptos en la sociedad en general está conllevando un cierto desgaste. El consumidor desconfía de tanta bondad empresarial. Como ahora todo es falsamente sostenible, el comprador se lo piensa dos veces y, a igualdad de condiciones, opta por el precio más asequible, aunque sepa que se trata de un producto poco recomendable.
MINORITARIOS
Aunque la mayoría de los españoles expresan una conciencia ambiental y una preferencia por productos sostenibles —un 72% de la ciudadanía afirma que las certificaciones ecosociales influyen positivamente en sus compras—, los hábitos de consumo relacionados con la sostenibilidad se han mantenido estables en los últimos años y siguen siendo minoritarios. Este fenómeno se explica en gran parte por la persistencia de barreras como el precio y la creciente desconfianza en la veracidad de la información ecosocial. La alta inflación, la crisis, la falta de perspectivas, la precariedad de los contratos… no facilitan las cosas para el consumidor que quiere dar un paso hacia adelante hacia una sociedad más limpia y más justa.
COMUNICACIÓN FALLIDA
Para fomentar un consumo más consciente y sostenible, es crucial mejorar la transparencia y comprensión de las certificaciones ecológicas. La nueva legislación de la Unión Europea, que restringe el uso de términos genéricos como «sostenible» o «ecológico» y exige verificaciones científicas, ofrece una oportunidad para restaurar la confianza del consumidor. Sin embargo, esto también presenta desafíos en simplificación y comunicación efectiva. Los consumidores pueden sentirse confundidos y frustrados al comparar productos con términos específicos poco conocidos, como “compensamos el 25% del agua utilizada” o “compostable en compostadora industrial en 6 meses”. Son eufemismos para lavarse la cara. Sólo lo “ecológico” es ecológico. Y su certificación es clara. La nueva legislación podría aumentar el caos en el sector agroalimentario, reconocen algunos especialistas.
EL ENTORNO
El estudio concluye que “es esencial crear un entorno donde la información ecosocial sea clara y accesible. La colaboración entre la ciencia, las empresas y la ciudadanía es crucial para construir un ‘triángulo virtuoso’ que facilite el consumo consciente”. Pero nosotros decimos que, habiendo tantos intereses en juego, el camino hacia la justicia en los etiquetados va a ser largo y penoso.
Redacción