El debate del reglamento sobre plantas obtenidas mediante nuevas técnicas genómicas, el futuro de las zonas rurales y las cuotas pesqueras para 2024 fueron los temas que se trataron en el último Consejo de Ministros de Agricultura y Pesca de la Unión Europea (UE) en Bruselas. Todo indica que nos quieren sumergir en la nueva revolución transgénica, pero ahora con nuevas excusas y argumentos. Algunos sectores optan por la agroecología como respuesta a la destrucción de los ecosistemas, pero tienen menos fuerza.
Los secretarios generales de Agricultura y Alimentación, Fernando Miranda, y de Pesca, Isabel Artime, informaron la semana pasada a los consejeros autonómicos sobre los asuntos incluidos en el orden del día y la posición sobre los mismos del Gobierno español durante el que está siendo mientras se publican estas líneas el penúltimo Consejo de Ministros de Agricultura bajo presidencia española del Consejo de la UE. En relación al reglamento sobre plantas obtenidas por ciertas técnicas genómicas y sus alimentos y piensos, Miranda explicó a las comunidades autónomas la propuesta regulatoria de la Comisión Europea (CE), según se detalló en un comunicado del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación (MAPA). Además, se dio a conocer los avances de otros Estados miembros de la UE en la regulación de esta materia. Se informó sobre las reuniones de los grupos de trabajo que han tenido lugar hasta el momento y se ha indicado cuáles serán los siguientes pasos a dar en el desarrollo normativo, en el que, se ha subrayado desde el Gobierno, habrá que prestar especial atención a la producción ecológica. Hay una cierta bicefalia en este asunto. Por un lado, se apuesta fuertemente por las nuevas técnicas genómicas: más transgenia, aunque con nuevos argumentos. Y también se quiere apostar por la agroecología: esperemos que no sean sólo palabras. Pero, en cualquier caso, es bien cierto que ambos mundos son incompatibles. La transición ecológica debería olvidar por completo la manipulación genética. No hay transición hacia la sostenibilidad real si manipulamos los genes artificialmente de las plantas. Los resultados y las consecuencias pueden ser, una vez más, devastadores.
¿SEGURIDAD ALIMENTARIA?
Una de las prioridades del programa de la presidencia española del Consejo de la Unión Europea de este semestre ha sido, nos dicen desde el Ejecutivo, la seguridad alimentaria. La UE, que es una potencia mundial en la producción y exportación de alimentos, tiene una gran responsabilidad en este aspecto, especialmente ante las distorsiones del mercado provocadas por los desafíos geoestratégicos pero, sobre todo, ante el reto de los efectos de la crisis climática y sus consecuencias en forma de sequías y otros fenómenos meteorológicos que afectan a la producción agrícola. Las NTG (nuevas técnicas genómicas), se subraya desde el Gobierno, con palabras edulcoradas de diversa índole, son técnicas que pueden ayudar a obtener nuevas variedades vegetales de manera más rápida y con mayor precisión que las técnicas clásicas de mejora genética. De esta forma, permiten introducir las mejoras genéticas deseadas que se han identificado previamente a partir de los estudios del ADN de la planta. Estos cambios pueden ser modificaciones simples, equivalentes a las que podrían obtenerse de forma natural o con las tecnologías de mejora clásica, o modificaciones más complejas. Es decir, que nos quieren sumergir en la modificación genética ahora con la excusa de crear plantas más resistentes a la sequía o la canícula. Una vez más, la fuerza de los lobbies agroindustriales en la UE saca pecho y músculo.
UN LENGUAJE QUE HABLA CLARO
Los correveydiles de la transgenia nos prometen un futuro sin escasez gracias a sus innovadoras tecnologías. Es lo mismo que la tan cacareada Revolución Verde. Los medios al uso repiten las monsergas de los despachos de los laboratorios: “Ya se cuenta con ejemplos de desarrollos en investigación con estos tipos de tecnologías y para estos rasgos, en los que está trabajando el sector de I+D+I europeo. Estamos ante avances científicos y tecnológicos muy prometedores para el futuro de la agricultura y la alimentación, como variedades de maíz mejor adaptadas a las sequías, patatas resistentes a patógenos que reducen la dependencia de fitosanitarios o productos como los champiñones que no pardean, de forma que se aumenta su vida útil y se reduce el desperdicio de alimentos”. Detrás están poderosos laboratorios y empresas transnacionales que no quieren perder cuota de mercado. Ahora, sus argumentos se centran en las sequías. Su lenguaje habla claro. Quieren convertir la agricultura del presente en una agricultura industrial, más tecnologizada que nunca. Y ya sabemos cómo acaba todo eso. Y los etiquetajes serán tremendos. Se nos anunciará como algo sostenible… un producto creado con tecnologías genéticas agresivas. ¿Existe un plan para detener la expansión del sector ecológico? No lo sabemos. Si la respuesta fuera afirmativa, una muy buena manera de llevarlo a cabo sería crear etiquetas “sostenibles” que creen la confusión entre los consumidores y el caos en el sector alimentario. Etiquetas de “sostenibilidad” con el consentimiento de la Administración. “Greenwashing” terrorista desde la propia Administración.
ZONAS RURALES
Respecto a la visión a largo plazo para las zonas rurales, el secretario general ha informado de las líneas de actuación que desarrolla el MAPA en este ámbito y ha presentado los principales resultados alcanzados en el foro de alto nivel sobre el futuro de las zonas rurales que organizó el ministerio en Sigüenza a finales del pasado mes de septiembre. Miranda ha explicado que se redactará y preparará un documento que va a invitar a la CE a estudiar la posibilidad de elaborar una Estrategia Rural Europea que dé coherencia a todas las iniciativas específicamente dirigidas a apoyar a las zonas rurales.
Pablo Bolaño