Burruezo, jefe de redacción de El Ecomensajero Digital, nos alerta de las consecuencias de la homogeneización cultural global.
Como yo me quiero a mí misma y quiero obsequiarme con lo mejor,
elijo para comer alimentos libres de veneno
Ana Moreno
Una nueva campaña dirigida por la Red Slow Food de Pueblos Indígenas, titulada “Descoloniza tu Comida”,hace un llamado a la población para que se informe sobre las especies y las tradiciones culturales de los pueblos indígenas. Para preservar las costumbres alimentarias de los pueblos originarios, la Red Slow Food de Pueblos Indígenas ha puesto en marcha esta acción que pretende alertar sobre las consecuencias de la globalización alimentaria. Son consecuencias que se manifiestan en el terreno sanitario, ambiental, social, etc. En opinión del plumilla que firma estas líneas, la Red Slow Food de Pueblos Indígenas está poniendo los puntos sobre las íes. De poco sirve que la dieta del mundo sea ecológica si no es decolonial. No hay agroecología posible si no es adscrita a un mundo variado, pluricultural y biodiverso. No es necesario circunscribir el asunto a los pueblos nativos: la globalización agroalimentaria está empobreciendo la dieta de todos los pueblos, naciones y culturas de todo el orbe.
INTERESES ECONÓMICOS
La dieta mundial es cada vez más limitada. Si la comparamos con las dietas que tenían las personas hace sólo un par de siglos en todo el planeta, ahora es muy, muy escueta. Han desaparecido miles de recetas, de especies vegetales y animales, de productos… Y, si no detenemos el proceso, más desaparecerán en los próximos lustros. Es obvio que los fabricantes de productos alimentarios tienen por objetivo llevar su Coca-Coca, sus hamburguesas y sus galletas, por citar sólo unos ejemplos, al máximo posible de lugares de todo la Tierra. Para ello, era necesario, primero, establecer una cultura común. Todo el mundo viendo las mismas películas, escuchando las mismas músicas, siguiendo los mismos patrones vivenciales (o casi). Todo el mundo comiendo y bebiendo la misma basura. Procedente de un sistema agroalimentario cargado de venenos físicos y mentales… Si la dieta globalizada no ha conseguido instaurarse más en las diferentes regiones del orbe no ha sido gracias a la globalización cultural, sino a pesar suyo…
DETENER LA URGENCIA CLIMÁTICA
Para detener la urgencia climática no es sólo necesario instaurar un sistema alimentario agroecológico. También es urgente revolucionar y cambiar por completo el paradigma alimentario: es prioritario cambiar hacia un modelo local, con más productos frescos, de temporada y basado en las tradiciones culinarias, espirituales y tradicionales autóctonas. En todo el planeta. Sólo de esta manera se podría recuperar una forma de alimentación para la cada vez mayor demografía mundial que fuera verazmente sostenible y capaz de plantarle cara al modelo que calienta el clima y esquilma la biodiversidad. Pero, asimismo, para ello también hay que descartar, por completo, una forma única de pensar, de sentir, de hacer. El pensamiento único instaura una sola manera de hacer las cosas. Si todos pensamos lo mismo… todos comeremos lo mismo: los mismos productos, las mismas marcas, etc.
CONTRA LA ESCLAVITUD CULINARIA
De la misma forma en que hoy nos avergonzamos de la esclavitud humana, en el día mañana, quizás, las generaciones que están por venir se avergonzarán de la esclavitud culinaria a la que ha sido sometida la población mundial. Recuperar ingredientes autóctonos, especies locales, recetas de la abuela y formas de hacer tradicionales adscritas al terruño… no es una “boutade” para chefs Michelin, sino una necesidad urgente para detener el colapso global. Gandhi recuperó formas de vestimenta tradicional para combatir ideas colonialistas… Ya es hora de romper con el colonialismo también en la cocina y en los campos para combatir ese pensamiento único que tanto daño le está haciendo al planeta.
Pedro Burruezo