Los disruptores endocrinos están en el punto de mira de los expertos que abordan la obesidad. Así se puso de relieve en el XX Congreso Nacional de SEEDO, donde se celebró una sesión monográfica sobre algunos de los “culpables” de la actual epidemia de obesidad que son menos conocidos.
Los disruptores endocrinos forman un conjunto diverso y heterogéneo de compuestos químicos que están presentes en números productos de uso cotidiano y pueden alterar el funcionamiento del sistema endocrino. Hay una sólida y creciente base científica que demuestra que el contacto con algunas de estas sustancias puede aumentar el riesgo de sufrir enfermedades metabólicas, como la obesidad y la diabetes, especialmente si se acompañan de hábitos poco saludables.
PALOMA ALONSO-MAGDALENA
Como explica Paloma Alonso-Magdalena, profesora titular del Instituto de Investigación, Desarrollo e Innovación en Biotecnología Sanitaria de Elche (IDiBE), de la Universidad Miguel Hernández, “algunos disruptores endocrinos han sido descritos como obesógenos, dado que pueden aumentar la frecuencia de sobrepeso y obesidad”. Tal y como detalla, “algunos de estos compuestos pueden alterar el balance energético, modificar el metabolismo de lípidos y favorecer el acúmulo de grasa, y/o alterar el control hormonal del apetito y la sensación de saciedad entre otros efectos”. Por lo tanto, “la acción de los disruptores, junto con una mala alimentación y estilos de vida sedentarios, puede agravar el riesgo de desarrollar/mantener obesidad”.
VÍAS DE EXPOSICIÓN
Las principales vías de exposición a los disruptores endocrinos son la dieta, el contacto a través de la piel o la respiración. Además, se sabe que hay períodos de la vida humana donde hay mayor susceptibilidad a la acción de estos compuestos. “Eso es durante el desarrollo y la primera infancia, por lo que reducir la exposición durante la gestación es muy importante”, indica la experta del IDiBE. Por eso, “la mejor medida preventiva es minimizar el contacto con ellos, al menos intentando adoptar pequeños cambios en nuestra rutina diaria”.
¿CÓMO COMBATIR LOS DISRUPTORES?
Los disruptores endocrinos que pueden tener una mayor incidencia en el desarrollo de obesidad son los bisfenoles, como el bisfenol A, los ftalatos, los compuestos perfluorados y algunos pesticidas y biocidas (como el tributil estaño), entre otros. Estos compuestos se encuentran en productos de uso cotidiano. Por ejemplo, hay bisfenoles en botellas de plástico, recipientes de comida o latas de conserva; ftalatos, en algunos perfumes y productos de cosmética o envases de plástico; compuestos perfluorados, en materiales de envasado de comida, en sartenes y ollas antiadherentes, algunos detergentes y disolventes.
SUSTITUTOS IGUALMENTE NOCIVOS
Para hacer frente a este problema, la prof. Alonso-Magdalena recomienda “mejorar e implementar sistemas de identificación de compuestos que puedan comportarse como disruptores y aumentar el riesgo de padecer enfermedades como la obesidad y la diabetes antes de que sean introducidos en el mercado”. Otra dificultad que emerge, según esta experta, es que “algunos compuestos clasificados como disruptores están siendo sustituidos por otros materiales con propiedades similares, no solucionando el problema”. Es el caso, por ejemplo, del bisfenol A, que está siendo reemplazado en el mercado por sustancias como bisfenol S o F (igualmente peligrosas para la salud humana).
RECOMENDACIONES
Como recomendaciones a seguir, “debe primar el principio de precaución y la toma de medidas para identificar y reducir la exposición a disruptores endocrinos en nuestro día a día, especialmente en las etapas en las que somos más vulnerables (en niños/as y mujeres en edad reproductiva, embarazadas y lactantes)”, apunta la prof. Paloma Alonso-Magdalena, quien recuerda que “estamos ante un problema de salud global que requiere actuaciones coordinadas, con la participación de los organismos reguladores y la industria, entre otros”.
A NIVEL INDIVIDUAL
A nivel individual, se recomienda a la población que sea “más consciente de lo que compra y utiliza”, tal y como solicita la experta de la Universidad Miguel Hernández. Además, añade, “se pueden tomar medidas en nuestra rutina diaria que ayudarán a reducir el contacto con estos compuestos”:
– No calentar la comida en recipientes de plástico, sustituyéndolos por vidrio o cerámica
– Utilizar sartenes y ollas de cerámica, hierro fundido o acero inoxidable que no contengan revestimiento antiadherente
– Usar botellas de acero inoxidable o de vidrio
– Evitar los cosméticos que contienen parabenos, benzofenonas, triclosán y ftalatos.
– Reducir la ingesta de comida procesada y enlatada
– Comprar fruta y verdura ecológica y de proximidad, y lavarla muy bien
– Beber agua filtrada
– Reducir los productos químicos en el hogar aspirando con frecuencia y limpiando el polvo
– Lavar la ropa recién comprada antes de ponérsela
– Elegir productos de limpieza naturales
– Evitar usar insecticidas y plaguicidas para las plantas domésticas
“MALOS HUMOS”
El mayor factor de riesgo medioambiental actual para la salud humana es la contaminación del aire. Las cifras son impactantes: la contaminación del aire, y en particular las partículas en suspensión (PM 2.5), son responsables de aproximadamente 4 millones de muertes anuales en el mundo, la mayor parte de ellas son de causa cardiovascular.
La situación adquiere aún tintes más preocupantes en las personas que viven con obesidad. “Estas personas podrían ser más vulnerables a los efectos cardiometabolicos de los contaminantes y, por tanto, tener un mayor riesgo de desarrollar diabetes o eventos cardiovasculares. Pero, además, es posible que la contaminación del aire incremente el riesgo de desarrollar obesidad”, según el Dr. Sergio Valdés, de la Unidad de Endocrinología y Nutrición del Hospital Regional Universitario de Málaga.
CONTAMINACIÓN Y OBESIDAD
Esta relación entre la contaminación del aire y la obesidad se basa en el efecto que ejercen estos contaminantes en el proceso de estrés oxidativo, aumentándolo e induciendo inflamación pulmonar intensa, que posteriormente pasa a ser sistémica y puede afectar a prácticamente todos los órganos y sistemas (en especial al sistema cardiovascular). Evidencias recientes apuntan que la exposición a partículas en suspensión puede también afectar a órganos centrales y periféricos involucrados en la regulación de energía, como el hipotálamo, el tejido adiposo, el tiroides o el musculo. “Todo ello puede alterar el equilibrio energético, redirigiendo la balanza hacia el almacenamiento. En este sentido, los estudios epidemiológicos muestran que las personas expuestas crónicamente a altas concentraciones de PM 2.5 tienen mayor adiposidad y presentan un mayor riesgo de desarrollar obesidad”, aclara el Dr. Valdés, que también colabora con el Instituto de Investigación Biomédica de Málaga (IBIMA) y CIBERDEM.
ESPAÑA
El problema resulta preocupante en España, que incumple claramente los niveles máximos de contaminación atmosférica recomendados por la OMS, e incluso los previstos según la nueva legislación europea para 2030. Según la Agencia Europea de Medioambiente, la contaminación atmosférica provoca cerca de 300.000 muertes prematuras al año en la UE, casi 20.000 en nuestro país.
Con todo, Sergio Valdés se muestra optimista, “ya que la nueva legislación aprobada por el Parlamento Europeo, que estará vigente en 2030, obligará a reducir los niveles máximos de contaminación para mejorar la calidad del aire en la UE”. Mientras tanto, “se precisan acciones gubernamentales de urgencia: es necesario disminuir el tráfico motorizado en las ciudades, potenciando la movilidad peatonal y ciclista y el transporte público limpio, así como se debe promover el ahorro energético y la sustitución progresiva de los combustibles fósiles por fuentes de energía renovables”.
UNA SITUACIÓN “ EMBARAZOSA”
Es muy común que se produzca una ganancia excesiva de peso durante el embarazo. Un reciente metanálisis, que incluyó datos de más de un millón de mujeres embarazadas, reveló que el 47% tenían una ganancia de peso gestacional por encima de lo recomendado y sólo un 30% se adaptaban a las recomendaciones.
“La idea errónea de que en el embarazo hay que ‘comer por dos’ puede llevar a desequilibrios en la alimentación que favorezcan el exceso de peso, aunque también la falta de ejercicio físico juega un papel importante y no siempre está justificada por el riesgo obstétrico”, afirma la Dra. Rocío Villar, del servicio de Endocrinología y Nutrición del Complejo Hospitalario Universitario de Santiago de Compostela.
Las recomendaciones del IOM (Institute of Medicine o Academia Nacional de Medicina Americana) señalan unos valores adecuados de ganancia de peso en el embarazo que dependen del peso de partida de la mujer, de forma que la ganancia recomendada no es la misma si la mujer parte de un peso normal o si inicia el embarazo con sobrepeso u obesidad. “Si tiene normopeso, la ganancia normal estaría en torno a los 11.5-16 Kg, mientras que si presenta una obesidad sería mucho menor (entre 5 y 9 Kg)”, indica la especialista del Complejo Hospitalario Universitario de Santiago de Compostela.
CONSECUENCIAS NEGATIVAS
El aumento excesivo de peso en el embarazo tiene consecuencias negativas a corto plazo para la madre y el feto. Entre otras, como apunta la Dra. Villar, “incide negativamente en la evolución de la propia gestación, puesto que aumenta el riesgo de complicaciones, como diabetes gestacional, hipertensión en el embarazo, exceso de crecimiento fetal o necesidad de cesárea”. Pero también tiene implicaciones a largo plazo, “favoreciendo la retención de peso materna y aumentando las cifras de sobrepeso/obesidad posterior, y también favorece la obesidad en la descendencia”.
En este caso, los consejos prácticos para tratar de prevenir estas situaciones pasan por promover el estilo de vida saludable en el embarazo, ya desde el inicio, puesto que “las mujeres que ganan mucho peso en el primer trimestre tienen mucha más probabilidad de experimentar una ganancia excesiva al final del embarazo”, destaca la Dra. Rocío Villar, que también pone el acento en la educación nutricional: “Informar sobre las ventajas de mantener una ganancia de peso adecuada en la gestación puede evitar muchas complicaciones”. Sin embargo, admite, “faltan programas de salud pública que apoyen las iniciativas individuales”, y lo mismo ocurre con el ejercicio, “que debería estar incluido en el programa de cuidados de la mujer gestante, igual que las clases preparto”.
Redacción